Milsetentayseis

Milsetentayseis asienta sus pilares en un viñedo centenario de esta localidad burgalesa enclavado a unos mil metros sobre el nivel del mar. La puesta en valor de éste y la plantación de nuevas cepas conforman un proyecto que busca devolver el protagonismo al paisaje de esta zona de gran tradición y potencial vitivinícolas.

A las viñas viejas y a la altitud se suman el clima de la zona, uno de los más extremos y frescos de la Ribera del Duero; sus suelos pobres en nutrientes pero ricos en minerales como feldespato, cuarzo y mica, y una filosofía basada en darle tiempo al tiempo para lograr el mejor potencial y la más fiel expresión de este terroir. “Queremos recuperar la paciencia de un viñedo que crece despacio, plantar lo que en un futuro será viña vieja y legar esa herencia”, aseguran desde Milsetentayseis.

En este sentido, la casa no sólo se centra en el mimo de las cepas ancestrales de las autóctonas Tempranillo y Albillo, sino que también pone sus ojos y esfuerzos en la apuesta por la riqueza varietal cultivando hasta un total de 24 castas diferentes entre las que pueden encontrarse Bobal, Graciano, Garnacha, Monastrell, Viura, Mazuelo o Xarel·lo, pero también las menos habituales Muscat à petit grains blanc, Beba, Cayetana blanca, Jarrosuelto, Pardillo, Heben o Salvador. 

Y si cuidada al extremo es la viticultura, la elaboración no se queda a la zaga. La intervención justa y la minuciosidad guían todos los procesos, desde la vendimia manual, en pequeñas cajas con selección en el propio viñedo y otra doble criba en bodega de racimos y granos, hasta el empleo de distintos contenedores para la vinificación según origen, parcela y variedad, ya sean pequeños depósitos de acero inoxidable, tinas de madera, cubas de hormigón, ánforas de barro o icosaedros. 

Todo ello hace posible alumbrar vinos marcados por la frescura, la intensidad y la tensión, pero también por la elegancia, la sutileza y el equilibrio. Vinos, en suma, espejo de un entorno único.