Le Domaine Montirius

El componente familiar tiene un gran peso en Le Domaine Montirius y puede comprobarse desde su nombre que nació, a su vez, de la contracción de los nombres propios de los hijos del matrimonio propietario, a saber Manon, Justine y Marius. La aportación de las dos primeras  no queda en esta mera anécdota, ya que ambas, hoy en día, trabajan con sus padres, la primera en el desarrollo comercial de la firma, la segunda como enóloga. 

La base de la bodega son, como decimos, sus 63 hectáreas de viñedos de hasta 90 años que se reparten en algunas de las parcelas más destacadas del sur del valle del Ródano. Garnacha, Syrah y Mourvèdre (Monastrell) es el triunvirato varietal que domina en Montirius, siendo el ensamblaje de las dos primeras el más frecuente en los vinos de Vacqueyras, mientras que en los Gigondas optan preferiblemente por el ensamblaje de Garnacha y Mourvèdre.

La búsqueda de la armonía tanto en el viñedo como en la bodega, desde una filosofía absolutamente verde, respetuosa con el medioambiente, marca el camino de la casa. Fue el padre de Eric, Max Saurel, quien inició esta travesía a partir de 1980, cuando dejó de utilizar fertilizantes químicos en las viñas. Un proceso con dos fechas importantes más en el devenir de la bodega: 1996, con la reconversión de todo su viñedo a biodinámico, y el ya citado año 1999, cuando esta logró la certificación biológica y biodinámica de Ecocert y Biodyvin. 

Todo este ímprobo esfuerzo en las viñas tiene su reflejo también tanto en la elaboración como en las instalaciones de vinificación de la propia firma. 

En marzo de 2002, Montirius construyó su nueva bodega en una parte de la parcela Le Clos, entre robles centenarios. Perfectamente integrado con el paisaje, el edificio cuenta con tres niveles, el más bajo excavado a 10 metros de profundidad para integrar la gravedad en todos los procesos, y sus medidas fueron calculadas en relación a la cuadrícula magnética del lugar a fin de no crear distorsiones con este. Además la base sobre la que se asienta es de arena y gres amarillos del Helvetiense, lo que garantiza su buena estabilidad y drenaje.

Entre el equipamiento del inmueble destacan 18 tanques de vinificación de cemento de 150 hectolitros (la capacidad de cada uno corresponde a un día de vendimia manual, por lo que se puede encubar la totalidad de la cosecha sin tener que trasegar); 30 tanques de crianza también de cemento de capacidades diferentes (50, 100 y 150 hectolitros) o siete tanques de acero inoxidable à chapeau flottant (con tapa flotante) que permiten vinificar los blancos y rosados, gestionar los volúmenes variables y estabilizar todos los vinos antes del embotellado. 

En cuanto al estilo de los vinos, cabe destacar la preferencia por el despalillado total de las uvas, el uso de levaduras indígenas y la vinificación y la crianza en tanques de hormigón. Ninguno de sus vinos pasa por madera para preservar el carácter íntegro de la fruta.