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García de la Jara
El carácter tinto de Sanlúcar
El vino de la familia García Saborido irrumpe con fuerza en el reino de la manzanilla para demostrar que esta región también goza de un terroir idóneo para las variedades tintas.
Este proyecto, tan transgresor como emocionante, nace de la profunda admiración de Carmen, Rocío y Martín a su abuelo Paco García, un agricultor de las tierras de La Jara en Sanlúcar de Barrameda.
Hace 15 años, los tres nietos de esta familia decidieron reinventar y dar una nueva vida a la finca de sus antepasados. Para ello, empezaron a trabajar en el cultivo de la vid con el fin de crear un tinto que resucitara parte de la historia olvidada de estas tierras gaditanas.
A escasos 100 metros de la playa de Jara, se encuentra este viñedo donde se percibe el terroir con los cinco sentidos: el sonido de las olas, la imagen de los barcos de los pescadores, la cálida humedad en el ambiente y el olor y sabor salino envuelven estas viñas. García de la Jara captura esta experiencia sensorial en cada trago.
Además de un sentido recuerdo a la figura de su abuelo, García de la Jara es un símbolo de la viticultura tradicional de Sanlúcar. Este ensamblaje de Petit verdot, Tintilla de Rota, Merlot y Tannat busca realzar el valor de las variedades tintas clásicas de la región.
Este clima cálido y soleado da lugar a tintos muy concentrados y expresivos. Las brisas del Atlántico aportan una fresca humedad que mantiene la acidez necesaria en las uvas para producir vinos de calidad.
Gracias a estas condiciones climáticas tan especiales, las viñas conviven con camaleones y una gran diversidad de pájaros en un paisaje fascinante. Para García de la Jara cuidar el entorno es parte fundamental de su filosofía y, por ello, trabajan la tierra solo con técnicas artesanales y ecológicas.
Este vino, “hijo único” de los productores, se elabora con mimo extremo en cada paso. La vendimia se lleva a cabo de manera manual y de noche para evitar la oxidación y mantener los aromas primarios de las bayas. En la bodega, la cuidadosa selección de cada racimo garantiza la calidad de la uva. La posterior crianza, en barrica de roble francés, amplía el abanico de aromas e integra el alto grado alcohólico. Para terminar, cada botella duerme durante varios meses en la bodega para suavizar su potencia y afinar los taninos.
Con mucho empeño y corazón, estos tres nietos han conseguido cumplir su misión de rendir homenaje al trabajo de los agricultores que escribieron la historia de estas tierras. Como un guiño a su familia, en la etiqueta de García de la Jara aparece el sombrero que siempre acompañaba a su abuelo Paco, muy típico entre los agricultores de la zona.