Ropiteau

A principios del siglo XX la bodega siguió expandiéndose sin perder sus valores. En 1940, el bisnieto de Jean Ropiteau, Auguste, compró las bodegas actuales de Meursault. Esta adquisición fue tan exitosa que hoy el nombre Ropiteau Frères se ha convertido en sinónimo del "gran" Meursault.

Ropiteau posee una joya de bodega en plena ruta de las abadías de Borgoña, Caves de l’Hôpital, fundada en el siglo XVII por el presidente Jehan de Massol, consejero del rey en el Parlamento de Borgoña. Antiguamente propiedad de los Hospices de Beaune, ahora albergan los "cuvées" de la bodega. Bajo los arcos de piedra, en medio de las sombras y el silencio, a temperaturas óptimas, los vinos fermentan lentamente como lo hacían hace más de tres siglos. 

Ropiteau lo basa todo en su defensa ancestral de sus “climat”, parcelas delimitadas con precisión, conocidas bajo su nombre durante siglos y cuyo suelo, subsuelo, exposición y microclima son los componentes inherentes de la personalidad de un "cru". 

Maison Ropiteau Frères ha demostrado su apego a su región natal y ya es conocida como una especialista en los vinos de la Côte de Beaune y, más en concreto, Meursault. Una treintena de viticultores trabajan únicamente con Ropiteau en Meursault, respetando las condiciones impuestas por el enólogo.

Elaboran vinos artesanales que se vinifican en depósitos de roble y envejecen en ellos. Desde hace seis siglos “la bodega del hospital” conserva vinos blancos del famoso Triángulo de Oro - Puligny-Montrachet, Chassgne-Montrachet y Meursault - y también los vinos de otros pueblos menos conocidos como Saint-Romain, Saint-Aubin, Rully y Auxey-Duresses. Vinos elegantes imbuidos del impacto añejo de la Borgoña. 

Sus tintos son finos y elegantes, representativos de su terruño, sus blancos refinados y concentrados, con un ligero tinte mineral. Su naturaleza armoniosa está perfectamente equilibrada entre alcohol, acidez y madera. En boca tienen más longitud que anchura.

Por respeto a cada vino individual, Maison Ropiteau los produce todos por separado. Luego, una vez acabados, se mezclan para pulir los posibles excesos y sublimar la elegancia y el equilibrio. El trabajo del enólogo de la bodega es la clave para que los vinos de Ropiteau sean la maravilla que son.